24 Nov 2014

24 Nov 2014

Cerebro y dolor.

Cerebro y dolor.

En general, para entender los mecanismos fisiológicos del dolor se puede resumir que hay un sistema que amortigua el dolor y otro que lo amplifica. Las vías nerviosas que conducen el dolor se dirigen de abajo arriba llegando al cerebro y es ahí donde se interpreta para producir el ajuste por la vía descendiente.

Las expectativas, el estado de ánimo y la actitud ante el dolor influyen en la manera de percibirlo. Contextualizando fíjate en estos ejemplos que siguen y saca tus conclusiones:

  • Un boxeador ansioso por ganar decide de forma subconsciente que soportará el dolor con el  fin de lograr su objetivo.
  • La anticipación de comer un postre delicioso calma la migraña de Laura.
  • Un soldado con brazo herido que tiene que huir la expectativa de peligro se antepone al dolor y no lo siente hasta que la urgencia cesa.
  • Una persona esperanzada sufre menos en el posoperatorio que otra que catastrofista.

 En todas estas situaciones el dolor se siente en el cerebro y su percepción depende los estados motivacionales y de ánimo. Ciertamente el cerebro es capaz de producir un analgésico natural comparable a la morfina que da respuesta al daño percibido. El problema surge cuando las vías del dolor están desajustadas, bien amplificando una sensación dolorosa presente o interpretando como dolor algo inexistente.

 

Un calmante natural

Con todo, es importante subrayar que aunque el dolor sea real sí que existe un componente psicológico en el dolor donde nuestro cerebro regula su intensidad y que aunque el dolor provenga de un daño físico o enfermedad, los factores psicológicos desempeñan una función determinante. Esto da una luz de esperanza a aquellos que sentimos dolor crónico pues si regulamos nuestro estado de ánimo modificando nuestras expectativas de dolor podremos “fabricar” el tan anhelado analgésico natural que necesitamos para modularlo. En efecto, la ciencia ha descubierto que las endorfinas producidas por nuestro organismo son comparables con los efectos analgésicos producidos por la morfina y por eso se las han clasificado como opiodes endógenos.

Aprendiendo del dolor ajeno o dolor empático

El dolor que experimentamos es una síntesis de lo que ocurre en nuestro organismo y nuestras expectativas según experiencias o aprendizajes anteriores. Llegando un poco más lejos podríamos hablar de dolor empático aquel que se produce cuando, por poner un ejemplo, se juntan dos personas que hablan de la misma intervención quirúrgica que uno se ha sometido y otro está en lista de espera. Si el primero dice explicando con todo lujo de detalles que ha sido muy dolorosa, una vez visualizada e interiorizada cambiará expectativas del segundo y condicionará percepción futura. Si tenemos la capacidad de aprender que algo duele e incluso sentir esa aversión también tendremos la capacidad opuesta de visualizar creativamente como manejamos el dolor y que este está bajo nuestro control. Además, aprendiendo a aceptar el dolor y focalizándolo conseguiremos medirlo objetivamente para minimizar en lo posible el componente subjetivo e inconscientemente modularlo. Habremos creado una solución sencilla frente a un problema tan complejo como el dolor sostenido.

A continuación os dejo la siguiente metáfora para que sirva de ayuda a la hora de redimensionar los problemas emocionales añadidos a las quejas del dolor crónico.

 Metáfora de la incómoda compañía

No lo soportaba. Me seguía por todas partes, insistía en estar conmigo es como si no tuviera a nadie más que yo. Cuando se me acercaba perdía mis papeles. Me enojaba con apenas ver su sombra. Se proyectada sobre mí con una sed insaciable de protagonismo. Me irritaba y casi ni me reconocía a mí mismo. Mis intentos de alejamiento provocaban que el aferrase más a mí, tenía miedo de perderme. Mi estado ánimo se abatía día a día, nada parecía ayudarme a encontrar una salida.

Un buen día tomé una importante decisión que marco un nuevo hito en mi vida.No me frustraré con su presencia y dejaré de luchar contra lo irremediable, me dije a mi mismo. Logré casi lo imposible: “llevarme bien con él”. Dirás ¿cómo lo conseguiste? Mi plan de acción se inició por una solución hasta el momento inexplorada.Cambié paradójicamente de mi forma de pensar; decidí  que aprender a  “apreciar” y “aceptar ” esta incomoda compañía podría ser una experiencia de gran utilidad para mi crecimiento personal. Sustituí mi ira y frustración por una actitud tranquila llena de expectativas. Después de todo, con el transcurso del tiempo descubrí algo que me abrió mis ojos, mi indeseado compañero se nutre de la desgracia ajena y le gusta estar cerca de aquellos que más le odian y mas desesperanzados están. Dejé de alimentar su egocentrismo y se fue espontáneamente. A veces me viene a visitar pero se siente incómodo y se va. Todo ha cambiado y sigo siendo el mismo.